Cuentos indígenas I

Entre mis chacharas, he hallad un librito de cuentos autóctonos mexicanos, el cual desde que tenía como 10 años leí, gracias a mi madre que me lo regaló.

Pienso transcribirlos a un documento y generar un PDF, para que se puedan distribuir por Internet. El día de hoy comencé a transcribirlos y dejó aquí el primer cuento.

Dejo la liga del bosquejo.

Tres enamorados miedosos. Cuento maya.

Vivía en un pueblo una muchacha muy bonita; tan bonita que tres hermanos comenzaron a enamorarla. Ella los oyó a los tres y no sabía cómo decirles que sin que se pelearan. Esto fue lo que se le ocurrió al fin:
Llegó el mayor a declarar su amor.

  • ¿De veras me quieres tanto? - le preguntó.
  • Ay niña. Tanto te quiero, tanto, que haría cualquier cosa que pidieras.
  • Bueno. ¿Irías a cuidar a un muerto al cementerio?
  • Sí.
  • Ven en la noche, el muerto estará listo, lo llevarás al campo santo.
  • Bueno.

Al rato llegó a declararse el segundo hermano.
  • Haría lo que me pidieras, para que supieras cuánto me gustas.
  • ¿De veras?
  • Claro.

  • Pues esta noche harás como si fueras muerto.

Aceptó y le tomaron las medidas para hacer su caja.

El tercer hermano llegó más tarde.

  • Ay niña, eres mi amor. Haría por ti lo que me ordenaras.
  • ¿Harías de diablito?
  • De lo que pidas y mandes.

Lo citó para la noche.

Cuando llegó el que iba a hacer de muerto, lo amortajaron y lo metieron al ataúd.

Al rato llegó el que debía cuidarlo: le dio cuatro cirios y lo mandó al panteón con el difunto a velarlo.

Al más chico lo vistieron con un traje cubierto de latas agujeradas. Cada lata llevaba una vela encendida dentro. Le pusieron cuernos. Salió lanzando destellos y chispas; tintineaba al caminar.

  • ¿Y qué debo hacer? - preguntó
  • Ve al panteón y te pones a dar de brincos.

Llegó al panteón y, aunque con miedo, comenzó a saltar.


  • ¡Ave María Santísima, qué es eso! - gritó el que estaba velando. Se echó a correr.
  • ¡Jam un diablo! - gritó el muerto y escapó.
  • ¡Un muerto que corre! - gritaba el diablito al emprender la huida.


El primero volteaba y veía que lo perseguían. No paró hasta llegar a su casa. Se aventó a su hamaca.

El segundo, para escapar del diablo, se escondió en la misma hamaca.

El diablo, con el susto, ni vio que el muerto venía delante de él, se fue a encontrarlo en la misma hamaca.

Cuando se dieron cuenta de la broma y de su miedo, dejaron en paz a la muchacha: ni la volvieron a ver; ni adiós le dijeron.

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