¿Cuál es mi mundo?

En noches de estruendo y fiesta es cuando me entra lo taciturno, hoy es la excepción. No he llegado a comprender por qué daría una mano (como diría el Che) por ser igual que ellos, al parecer una sobrevaloración más como a las que ya me tengo acostumbrado y me hecho tragar tal y como lo haría un padre abnegado ante terrible acción de un hijo. Mi sentir es como si fuera un extranjero en medio de la nada y de pronto fuera tragado por la inmensidad del paisaje, un paisaje desolador.

¿Cuál es mi mundo? Es la pregunta que con frecuencia reptea entre las paredes de mi cuarto y por fin llega a mi mente para convertirse en sí misma  en una de las más agridulces ideas que mi cerebro puede fabricar. El vivir entre dos mundos totalmente ajenos y antípodas es quizá una de las situaciones que pueden originar hechos no predecibles, situandome en una condición vacilante e incierta, ambas partes soy yo.

Sigo buscando, por debajo de la cama, por encima, dentro del ropero y una ojeada a mis bolsas. No hay nada. Vivir duele.

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