José Saramago, La consistencia de los sueños

El sábado por artes del destino decidimos acudir a la exposición, desde hace pocos días, de la vida de uno de los más lúcidos e irónicos escritores de los últimos tiempos, José Saramago. En la exposición se muestran los documentos originales con los cuales Saramago trabajó, desde sus inicios hasta su final, los cuales dan prueba de la evolución del escritor, desde que era columnista hasta que por fin se consagró como escritor de novela. La evolución no solo de estilo, sino de recursos que le facilitaron la escritura, como el paso de la pluma y la hoja al computador.

De todas las particularidades, existieron dos que me dieron curiosidad; la primera es la forma en que se documentó para realizar dos novelas, "El Evangelio según Jesús Cristo" y "El Viaje del elefante". El uso de cualquier cantidad de documentos que apoyaran su historia y que las convirtieran en algo de verdad.

La vida de Saramago, una vida que parece cualquiera, bien podría ser mía o tuya; llena de fracasos, más que aciertos, donde el éxito llegó un poco tardío, pero no lo suficiente para dejarnos sin un Saramago bonachón. Un portugués ávido de la palabra y provocador de emociones, desde las más alegres hasta las más desoladoras, siempre girando en un concepto burlón hacia el ser humano.

Saramago; nombre que se desconoce el origen verdadero, tuvo contacto con el EZLN, estuvo siempre en un pensamiento revolucionario; en pro de los desfavorecidos, y en contra, como es de esperarse, del opio que consume a los pueblos, es decir, de la religión. En su visita a las comunidades zapatistas hizo una serie de declaraciones que al gobierno en turno puso en jaque, inclusive el gobierno declaró que Saramago estaba en asuntos internos en los cuales no tenía ni apenas injerencia. No fue el único, pero sí de los más grandes, desde mi punto de vista, en apoyar al movimiento asumiendo la misión de llevar al mundo entero lo que estaba sucediendo, y sucede, en el sureste mexicano.

Con un estilo mordaz y socarrón, límpido y casi poético, José abre puertas inexploradas, desde otro ángulo, cuestionando todas y cada unas de las verdades absolutas y las que aspiraban a serlo, haciendo del dogma algo tan risible que pierde el peso de su definición. Su paso por las diferentes ramas, aunque no todas, de la narrativa dotan al autor de una madurez y calidad excepcional, aunque algunas veces difícil de leer. Sus saltos entre personajes, entre ideas y cavidades, coadyuvan a una crítica más amplia y mejor fundamentada, con bases solidas y justificables, pero sin perder ese punto de vista que todo gran escritor posee.

Me hubiera gustado llegar a las dos salas últimas de la exposición, ya que por motivos de tiempo (que iba a saber que los museos duermen temprano) nos quedamos prácticamente a la mitad, pero hay tiempo, y en ese tiempo terminaré de visitar lo faltante.

Tal vez ahora se vuelva más famoso, más leído, menos comprendido. España, por ejemplo, desde que aquel 18 de junio se dio la noticia de la extinción de José, aumentaron la venta de sus libros, y seguro que hasta los calzones subastaron.

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